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Autor. Sealtiel Enciso Pérez
La importancia del maíz en el surgimiento de muchos de los pueblos de América está más que demostrada y en el caso del surgimiento de los primeros poblamientos Misionales en lo que fuera la Antigua California no fue la excepción.
La paternidad del Maíz como producto evolucionado de una serie de vegetales que vienen desde la más remota antigüedad se ha debatido por muchos años y por un sinnúmero de especialistas. En la actualidad 3 son las teorías que explican el lugar geográfico donde se pudo originar el maíz moderno: la región del Himalaya, las partes altas de los Andes de Bolivia, Ecuador y Perú, y finalmente en México1.
Con la llegada de los españoles a las tierras que hoy conocemos como México, en los primeros años del siglo XVI, se inició un complejo proceso de mestizaje no sólo con la cruza entre europeos y nativos, sino también, entre muchas otras cosas, con los alimentos. Los españoles trajeron a estas tierras americanas trigo (harinas, pan), cebada, avena, centeno, olivos (aceitunas, aceite), alfalfa, lentejas, lechugas, col, rábanos, espárrago, zanahoria, espinaca, caña de azúcar. Y a cambio ellos obtuvieron maíz, frijol, patata, cacao, cacahuate, tomate, calabaza, piña, aguacate, maguey, tabaco, yuca, batata, pavo.
Uno de los primeros alimentos modificados fue el famoso “Pozole”. Este alimento se hacía a base del cocimiento de un cereal que hasta entonces era desconocido por los europeos, el maíz (cacahuazintle), y de la carne de un roedor llamado tepezcuintle. Con el paso del tiempo la carne del roedor fue sustituida por otra que fuera más agradable para los europeos y el sustituto fue la carne de cerdo, pero conservando su complemento de Maíz. Este alimento por su amplia aceptación entre europeos, indígenas y mestizos así como su sencilla preparación fue ampliamente difundido por toda la Nueva España.
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Los europeos rápidamente incorporaron a su dieta los alimentos nativos y por ello es lógico pensar que el maíz traído hacia estas tierras peninsulares en los primeros viajes de exploración y hasta llegar a los asentamientos misionales fue de la variedad cultivada en las regiones centrales de la Nueva España y paulatinamente se expandió a las diferentes Misiones del Noroeste.
Los primeros exploradores enviados por Hernán Cortés2 para reconocer las tierras de California de las que tanto se hablaba por sus innumerables riquezas en oro y perlas, llevaban en las bodegas de sus barcos varios sacos conteniendo Maíz con el propósito de alimentar a la tripulación, sin embargo su paso por estas tierras fue tan efímero que no pudieron dar a conocer esta gramínea a los indígenas ni desarrollar cultivos de los mismos. Posteriormente fue el mismísimo Hernán Cortés, el que cansado de fracasos y tomando como una afrenta personal el no poder incursionar en estas tierras, que decide encabezar la tercer expedición, la cual llega al puerto de La Santa Cruz a principios de mayo de 1535. Una vez que Cortés hubo tomado posesión de esta nueva tierra envió al puerto de Chiametlán (hoy llamado Chametla, Sinaloa) por las otras 2 naves que formaban parte de su expedición. Sin embargo antes de llegar a este puerto, los barcos fueron atrapados en una terrible tormenta la cual hizo encallar a la nave que traía consigo la mayoría de los víveres. A los días Cortés regresa a rescatar esta nave pero encuentra casi todos sus alimentos en avanzado estado de descomposición. Es así como de nuevo llega el Maíz a nuestras tierras, pero sin la posibilidad de poder ser degustado por los naturales del lugar o poder hacerse alguna siembra, ya que cada uno de sus granos era necesario para mantener con vida al famélico y moribundo contingente que acompañó a Cortés. A mediados de 1536, Hernán Cortés, con su orgullo herido y con un puñado de sobrevivientes decide levantar el campamento recién creado y regresar a la capital de la Nueva España3.
Una vez más Cortés envía una cuarta expedición para reconocer las tierras Californianas y con ellas de nuevo viaja el Maíz dentro de las bodegas de sus barcos. Esta expedición fue encomendada a Francisco de Ulloa el cual durante los meses de 1539 y 1540 realiza diferentes escalas en la antigua California pero sin lograr aún que el Maíz fuera saboreado por sus primigenios pobladores.
Tuvieron que pasar 43 años más (1583) para que una nueva exploración al mando del Almirante de las Californias Isidro de Atondo y Antillón, en la cual lo acompañaban los Sacerdotes Jesuitas Eusebio Francisco kino y Matías Goñi, trajera a nuestras tierras, de nuevo, el preciado Maíz. El propósito de esta expedición era la de crear el primer poblamiento Misionero de la California, donde se pudieran reunir el mayor número de indígenas y ser la punta de lanza para conquistar estas agrestes tierras. Tal fin sólo sería posible si se lograba que el sitio fuera sustentable por sí mismo, y por ello se emprenden los primeros cultivos. En una carta enviada por Eusebio F. Kino al padre Francisco de Castro expone lo siguiente: “"Sembramos maíz, melones, sandías, etcétera, y esperamos que todo se ha de dar"4. Sin embargo no estaba escrito que en esta ocasión se cosecharan los primeros frutos en estas tierras ya que días después tuvieron que abandonar abruptamente el sitio debido al temor de que los indígenas cobraran venganza por las muertes ocasionadas por el Almirante Atondo y Antillón.
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El siguiente lugar en donde establecieron el nuevo sitio Misional en las Californias, fue en San Bruno. Reiniciaron las actividades de siembra para continuar con el proyecto de formación de un pueblo Misional al cual pudieran atraer a los habitantes de los alrededores. Existen versiones encontradas sobre la vastedad de las cosechas obtenidas, mientras el sacerdote jesuita Francisco E. Kino se empeñaba en presumir en sus cartas a diferentes sacerdotes y contribuyentes de la misión, de las “abundantes cosechas de trigo, maíz, elotes, melones, sandías, calabazas, habas, ajos, cebollas, rábanos y nabos”; y en contra parte Atondo y Antillón nos comenta que “de un cultivo que se hizo de siete almudes de maíz y tres de frijol, sólo alcanzaron a crecer unas sesenta o setenta matas, las cuales, por falta de humedad, no llegaron a granar con perfección, por lo que de ellas se obtuvieron solamente siete sacas y media de elotes, algunos de ellos vanos y sin grano alguno"5.Finalmente tuvieron que abandonar este sitio debido a la salobridad del agua y a las escasas cosechas que se obtuvieron, abandonando una vez más la empresa de colonizar las tierras Californianas.
Fue hasta el año de 1687 en que se inicia de nuevo la exploración de un sitio para fundarse una Misión y, es el paraje conocido como “conchó” por los habitantes nativos, el que se seleccionó para construir la misión de “Nuestra Señora de Loreto”, la cual es considerada como Cabeza y Madre de las Californias. Corresponde al Sacerdote Jesuita Juan María de Salvatierra continuar la hazaña iniciada unos años atrás por el sacerdote Kino. Salvatierra tiene claro en su mente que es necesario hacer producir estas tierras no sólo en cultivos sino favorecer la reproducción del ganado para que la empresa fuera sustentable o de otra forma fracasaría estrepitosamente. Es por ello que de nuevo se inicia la siembra de maíz, trigo, garbanzo, lenteja y frijol así como calabazas, melones y sandías, de las cuales se obtienen buenas cosechas.
Al tiempo que se iniciaba la consolidación de este primer enclave Misional permanente en las Californias, se prosiguió con el propósito evangelizador que había atraído a los Jesuitas a esta parte tan apartada de la Nueva España. Con los intercambios que tuvieron los sacerdotes con las diferentes bandas o rancherías de indígenas cochimíes (que era el grupo etnolingüístico que vivía en las cercanías de Loreto) se empezaron a dar cuenta que además de ser profundamente supersticiosos, uno de los motivante que estaba perennemente arraigado en su vida era la búsqueda de alimento para su subsistencia. Para lograr el cambio de los hábitos nómadas de estos indígenas se procedió a entregarles raciones de un cocimiento de granos de Maíz y carne de cerdo o de res (pozole) el cual de inmediato causó una gran atracción entre los indígenas.
Uno de los escritos que menciona la forma en que utilizaban el pozole para atraer y mantener a los indígenas en las Misiones es el siguiente: “El sistema al que se apegaba fielmente los misioneros de la California era, en breves palabras, el siguiente: después de la misa y la enseñanza de la doctrina cristiana y antes de que los indios y los soldados se dirigiesen a su trabajo, los padres les repartían el desayuno. Si se disponía de recursos suficientes, a medio día se repartía pozole y carne, y en la noche atole. A la puesta del sol, otra vez se rezaba el rosario o, si era domingo, se entonaban algunos cantos religiosos”6.
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Otro relato del uso del pozole para congraciarse con los indígenas es el siguiente “Pero además de actuar sobre esas personas, los jesuitas pusieron durante los primeros meses especial interés en los niños, mujeres y ancianos, para reforzar a ese selecto grupo que estaban intentando formar, aprovechando su estado de enfermedad o de agonía, bajo el requisito de su real gravedad. En tales situaciones, los jesuitas comenzaron a manifestar su caridad cristiana cubriéndoles el cuerpo con ropa, dándoles atole o pozole -este último muy probablemente con carne-, y algunos alimentos con azúcar y otros productos alimenticios que traían de la contracosta, acariciándolos afectuosamente y aplicándoles, por último, con la mayor sobriedad, el sacramento del bautismo y los santos óleos”7.
Finalmente expongo este párrafo donde queda más que comprobada la importancia del maíz y el pozole como instrumento de control de los indígenas: “no obstante se juntó la gente, bastantes hombres y mujeres afuera por la doctrina, pero se les volvió a intimar lo mismo, sin hacerles doctrina y sin darles juntamente la limosna ordinaria de un puño de pozole que se ha dado siempre después de la doctrina, aunque hoy día tal ó cual vez cuando hay poco maíz suelen traer un hacito de palitos chicos, ó leña para la cocina.”8
Es importante no confundir el pozole con el “pozol”. El pozol es una bebida refrescante que se fabrica a base de granos de maíz cocido y cacao, y cuyo consumo es muy generalizado en el sureste mexicano y países de Centroamérica. No se tiene registro del consumo del Pozol en la California Antigua.
Entendida la entrega gratuita de alimentos como una estrategia para atraer y mantener a los indígenas en los centros misionales, cobra una mayor importancia la necesidad de consolidar la producción cada vez en mayor proporción de los granos y hortalizas suficientes así como el incremento del ganado. Cada vez que se fundaba un nuevo centro misional era preocupación del sacerdote jesuita el buscar un surtido de agua tanto para satisfacer la sed de sus habitantes como para facilitar el cultivo de suficientes vegetales que cubrieran las necesidades de alimento de los mismos. En algunas misiones fue menester quitar toneladas de piedras de terrenos adyacentes para posteriormente recubrirlas con más toneladas de tierra cultivable, formar a golpe de marro y barreta las acequias para que pudiera circular el agua desde las pilas, que también fueron creadas con muchísimo esfuerzo, hasta los sembradíos.
Aunado a lo anterior durante el tiempo de la siembra debían de protegerlas de las plagas de ratones que constantemente codiciaban esta simiente y de las aves que la removían con sus picos de la tierra. Posteriormente, una vez que los pequeños retoños afloraban de la tierra se debía de proteger de las plagas de langostas las cuales en un abrir y cerrar de ojos podían dejar completamente destruido un sembradío. Finalmente no hay que olvidar que en la antigua (y actual) California no podían existir los sembradíos de temporal, ya que las escasas lluvias, que a veces la sequía se extendía por 5 años o más, haría que estos cultivos se quemaran por el sol y murieran. Todos los cultivos que existían eran regados con agua de los manantiales en los que procuraban asentarse los enclaves misionales, por lo que en años en que la sequía apretaba se tenía que priorizar el agua para apagar la sed de los pobladores y se dejaban los cultivos para un futuro menos deprimente. Además de lo anterior, los cultivos ya crecidos y a punto de producir sufrían de plagas conocidas como “la miel” y el “chahuistle”9 que en un santiamén venían a acabar con sembradíos completos ante la impotente y deprimida mirada de los jesuitas y demás pobladores.
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A pesar de los grandes esfuerzos de los jesuitas, nunca fue posible que con las producciones agropecuarias de las Misiones, ni siquiera uniendo las de Santiago, Todos Santos y San José que eran las más prósperas, se lograra saciar el hambre de los casi 12 mil nativos que habían decidido abandonar su vida sedentaria para refugiarse en los poblados adyacentes a las 15 Misiones y 2 visitaciones creadas en la Antigua California. El Jesuita Baegert menciona lo siguiente: “nunca era la cosecha, entre maíz y trigo, lo suficientemente rica para que se hubiera podido llenar el estómago y satisfacer el hambre durante doce meses a mil doscientos o mil quinientos californios adultos, y que no se hubiera visto uno obligado a mandar traer anualmente de otras partes algunos miles de cargas para el sustento de los soldados y otras necesidades”10.
Es por lo anterior que fue necesario que de las otras Misiones del Noroeste del país (Sonora y Sinaloa) se abasteciera de alimentos a los poblados de la California. En ocasiones, cuando había rarísimas y abundantes cosechas en las tierras Californianas el excedente era enviado para retribuir en algo el apoyo recibido por la contracosta, pero esto era algo inédito e inesperado, por lo que siempre se tenía que dependen del apoyo de los envíos ya sea donados o comprados de fuera de la península.
Es innegable el gran papel que tuvo el maíz como parte sustancial de los alimentos que facilitaron el trabajo misional, en primer lugar, como un aliciente para atraer a los indígenas y que vivieran de forma permanente en las Misiones, y posteriormente como un motivador para que se aprestaran a las labores del cultivo, cuidado y cosecha de este y otros productos agrícolas con la seguridad de que ellos mismos se beneficiarían al tener una cosecha suficiente para ayudar a su subsistencia.
Bibliografía
1 Origen, evolución y difusión del maíz. R.L. Paliwal
2 Diego Hurtado de Mendoza en 1532 y, Diego Becerra de Mendoza y Hernando de Grijalva en 1533.
3 Exploraciones de Cortés en mar del sur y el descubrimiento de California. Xavier López Medellín
4 Carta del padre Eusebio Francisco Kino al padre Francisco de Castro: La Paz de las Californias, 20 abril 1683
5 Auto firmado por el almirante Isidro de Atondo: Real de San Bruno, 6 junio 1684.
6 Las misiones jesuitas de Sonora y Sinaloa, base de la colonización de la Baja California por Delfina E. López Sarrelangue
7 La conquista espiritual de las Californias. Un ensayo de sus principales paradigmas por Felipe I. Ecbenique March
8 Documentos para la historia de México. Tomo 5/ publicada por Joaquín García Icazbalceta.
9 Historia Natural y crónica de la antigua california. Miguel del Barco. Pp. 119-120.
10 Juan Jacobo Baegert, Noticia de la península americana de California.
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