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LA PAZ DE ANTAÑO Y LOS CANTANTES DE LA RADIO





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

En la actualidad es sumamente fácil el poder escuchar a los cantantes que deseemos. Basta con encender algún aparatejo electrónico de esos de los que abundan, desde un teléfono celular hasta un ipod, una tableta, un “mp3”, una computadora o un radio, de los que ya casi no existen. Se han  creado millones de sitios en internet en donde podemos acceder a miles de artistas y sus obras: escucharlos, verlos y poder disfrutar de sus éxitos. Sin embargo esto no siempre fue así en nuestro soleado y tranquilo “puerto de ilusión”.

En esta ciudad de La Paz de finales de los años 50´s, era común que en las casas vivieran no solamente los padres y los hijos sino también los abuelos y tíos. En ocasiones llegaban a quedarse solo por temporadas, pero en el caso de los abuelos su estancia era más prolongada e incluso pasaban a vivir de manera definitiva para gozar los cuidados de los hijos y nietos hasta el fin de sus días. Esto era un arma de doble filo: por un lado se disfrutaba de sus pláticas y anécdotas de lo que fue La Paz de antaño, de sus sabios concejos; pero también se tenía que aguantar sus regaños, manías y mal carácter que con el paso de los años se iba acentuando.

Las abuelas eran el catalizador de los gustos musicales ya que al disponer de un mayor tiempo libre pasaban largas horas escuchando la naciente estación de radio de Don Pancho King, la famosa XENT “Radio La Paz”. Los cantantes que a finales de los 50´s solían escucharse en este puerto eran Jorge Negrete y Pedro Infante. Ambos fallecieron en esa década pero gracias a la magia de la radio podían ser escuchados durante interminables horas en los hogares de la gente que tuviera la capacidad económica para comprarse un radio. Por lo general estos cantantes eran escuchados por las damas debido a su voz fuerte, varonil, bravía además de que la atracción que generaban por la imagen que “vendían” en sus múltiples películas, los convertía en los “sex symbols” de aquellos años. Sin embargo también en los hombres causaban una gran admiración, lo anterior probablemente por su fama de “mujeriegos”, a lo cual casi todos aspiraban en convertirse, y por las características varoniles de las que hacían alarde.



Grande fue el desconsuelo que sufrieron miles de los paceños de aquellos años, cuando en 1953 se supo de la muerte de Jorge Negrete. Era inconcebible que un hombre tan sano y en la cima del éxito fuera arrebatado de una forma tan súbita por la muerte (falleció de hepatitis fulminante). Sus canciones se escuchaban a todas horas e incluso muchas mujeres le guardaron luto por algunos días. Cuatro años después, y de forma también sorpresiva, la gente se enteró de la muerte de Pedro, Pedrito Infante, el ídolo de las damas, el aventurero, el amante descarado y dicharachero. Su triste desenlace al impactarse su avión en un predio cercano a la ciudad de Mérida, causó un gran pesar en toda la ciudad y de nuevo, la radio sirvió como un paliativo para los corazones desconsolados, al escuchar por interminables horas los éxitos que más caracterizaron a este ídolo del pueblo.

La llegada de la radio a La Paz no dejó de asombrar a niños, jóvenes y adultos, los cuales se preguntaban cómo era posible que en ese aparato pudieran caber tantas canciones de gente que ya no estaba viva y que además pudieran escucharse mensajes comerciales de tiendas, de actos del Gobierno e incluso la mención de sucesos ocurridos en lugares de los cuales la mayoría nunca habían oído hablar y mucho menos conocía. Estas grandes cajas de bulbos eran un gran enigma que solo el tiempo fue capaz de dilucidar. En un principio algunas personas creían que en dicho mueble se ocultaba alguna magia que hacía que se guardaran las canciones de sus ídolos así como la voz del famoso Señor King, sin embargo los más conocedores simplemente especulaban sobre la acción de las ondas electromagnéticas que se transmitían por el aire… en fin que todo era especulación y magia.

El puerto de La Paz, en los años 50´s y 60´s era demasiado pequeño para que los artistas de la talla que se podían escuchar en la radio nos visitaran “en vivo”. Así que todos sus admiradores tenían que contentarse con escucharlos a través de la radio o de algún tocadisco, y verlos en fotografías y dibujos de las revistas que llegaban a la ciudad en barcos como el “Edna Rosa”, “Estrella Costera”, “Don Julio”, etc. Algo que también recuerdan los jóvenes de aquel entonces era la expectación que causaron los primeros vinilos o LP que llegaron junto con los “tocadiscos”. Estos hermosos platos de un fulgurante color negro y que al colocarlos en estos aparatos podían reproducir de una forma maravillosa canciones con las voces  más cotizadas del momento, eran la locura. Todos querían tocar estos “discos” pero sus dueños tenían el gran cuidado de que no lo hicieran para evitar “rayarlos” o “emporcarlos” y que después se escucharan “saltos” o el característico sonido “arenado”.



Tiempos hermosos, de nostalgia y de candidez, en donde las voces y la personalidad de los artistas se fundía en uno sólo y que al escucharlos hacían soñar a la concurrencia, e incluso por qué no, Lograban que alguna furtiva lágrima saliera de los ojos de los enamorados.

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