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Las grandes obras que promovieron los Jesuitas en San Ignacio Kadakaaman



Autor Sealtiel Enciso Pérez

Conforme la cristianización de los naturales del Kadakaaman avanzaba se hacía cada vez más evidente la influencia de las costumbres europeas entre ellas, pero además a esto podemos agregar la natural inocencia y candor de los naturales los cuales actuaban siempre de buena fe ante las peticiones de los sacerdotes de los cuales habían recibido el bautizo.

Conocido era el caso de la vigilancia que se establecía entre los indígenas convertidos y sus iguales, debido a lo anterior era muy común que acudieran ante el sacerdote para advertirle de cualquier conducta que realizaban incluso sus propios familiares y que pudiera considerarse en contra de lo inculcado por la iglesia. También los mismos naturales acudían al sacerdote para confesar sus faltas y recibían la penitencia o castigo respectivo según fuera la expiación.

Era tanta la influencia de la palabra del misionero que cuando el sacerdote Luyando inició la construcción de un camino más amplio y despejado que comunicara su misión con la más cercana que era la de Mulegé, decidió realizar una serie de premios en base a felicitaciones por el fervor y el acomedimiento de los trabajadores más destacados en esta labor. Se dice que en cierta ocasión se dio una disputa entre dos grupos de trabajadores que estaban encargados de la construcción del mencionado camino misional. Uno de estos grupos celoso de que el otro los aventajara y por lo mismo se hiciera acreedor de las mejores alabanzas por parte del sacerdote, decidieron sabotear su trabajo. Consiguieron papel y sobre él pintaron algunos garabatos semejando la escritura del sacerdote y despacharon a un correo el cual tenía la misión de entregar el documento a los trabajadores del otro grupo y decirles que el sacerdote ordenaba que suspendieran sus trabajos. Cuando les fue entregado el documento y dicha la orden por el mensajero, el otro grupo entró en sospecha y mandó decir que el misionero jamás enviaría un documento a quienes no sabían leer. Como cotrarespuesta les mandaron decir que el papel era sólo para dar formalidad pero lo que importaba era la orden verbal que se transmitía. Ante tal confusión decidieron acudir a la misión a entrevistarse con el sacerdote y al llegar con él y expresar su inconformidad se descubrió el engaño.




En el año de 1729 ocurrió otra de las graves epidemias en la Misión de San Ignacio en donde fallecieron una gran cantidad de neófitos. Sin embargo, a pesar de que muchas mujeres y niños murieron, también lo hicieron muchos guamas, los cuales de forma reiterada se oponían a las decisiones del sacerdote y constantemente alborotaban a los naturales para que se rebelaran contra el jesuita. Al mismo tiempo los naturales pudieron observar la forma tan acomedida en que el sacerdote cuidaba de los enfermos y hacía todo lo posible por curarlos y en su caso dar los santos óleos a aquellos prontos a morir. Ante esta situación muchos naturales desearon bautizarse. Se puede decir que esta epidemia y su mortandad no fue del todo nociva para la vida de la Misión. 

Los ardides de los que se valían los guamas para sabotear eran muchos. Por ejemplo, les decían a los naturales que no bautizaran a sus hijos ya que habían visto como la mayoría de los que morían en las epidemias eran los niños bautizados. Por esta razón, muchos naturales ocultaban a sus hijos para que los sacerdotes no los bautizaran. Al darse cuenta de este ardid, el sacerdote Luyando reprendía a los padres y les decía que de igual forma muchos de los niños no bautizados morían en la gentilidad y que al contrario, los convertidos gozaban de mejores habitaciones y alimentos que los no convertidos.

Uno de los episodios más interesantes de la propagación de la fe hasta regiones muy distantes de la Misión de San Ignacio fue el caso de un gentil de la tribu de los Hualimea, los cuales habitaban por el lado del Mar del Sur (Océano Pacífico). A pesar de que este natural jamás había viajado a la misión ni había tenido contacto con el sacerdote, pudo conocer algunos aspectos de la doctrina cristiana de parte de un natural que ya se había convertido y con el cual tuvo contacto en su territorio. Fue tanto el impacto que le causó este nuevo conocimiento que frecuentemente instaba a los integrantes de su tribu a que viajaran con él a San Ignacio y se bautizaran. Ante la negativa de los más viejos de su tribu era frecuente que se dieran discusiones e incluso se llegara a las manos para tratar de dirimir la situación. Fue entonces cuando un buen día este hombre tomó a su familia así como un grupo reducido de habitantes de la tribu y viajaron hacia San Ignacio. Muchos fueron los que trataron de convencerlos de que desistieran ya que creían que si se bautizaban morirían. El hombre simplemente les dijo que aunque así fuera quería que él y su familia se bautizaran.




Cuando llegó a San Ignacio y se entrevistó con el sacerdote Luyando, le informó del lugar donde venía y de su deseo por convertirse. El sacerdote conmovido por su fe, decide catequizarlo al igual que a sus hijos y a sus acompañantes y al fin les da el bautizo imponiéndole por nombre el de Cristobal. Fue en esas fechas que se desató una epidemia de viruela la cual causó una gran mortandad llevándose entre ellos la vida de una hija pequeña de Cristobal y un hermano. Ante el temor del sacerdote de que Cristobal renegara de la fe por los tristes sucesos acontecidos, quedó sorprendido de que el neófito confirmó su creencia en la religión y se desempeñó con gran esmero y amor por los actos de la iglesia. Al poco tiempo pide permiso al sacerdote para regresar con su pueblo y llamarlos para que viajen con él y se conviertan. Al pasar de un corto tiempo regresa Cristobal seguido por todos los integrantes de su tribu los cuales son catequizados y convertidos a través del bautismo.

Bibliografía

Historia de la Antigua o Baja California - Francisco Javier Clavijero



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