Ir al contenido principal

APUNTES PARA EL DESARROLLO MERCANTIL Y PRODUCTIVO Y DE LA CALIFORNIA JESUIÍTICA (1697-1768)





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

La california es una tierra en donde los recursos de alimentos y agua escasean, sin embargo con trabajo perseverante y duro, es posible desarrollar fuentes artificiales de alimentación (agricultura y ganadería) así como de abasto de agua (explotación de oasis). Esto fue rápidamente entendido por los misioneros de la Compañía de Jesús logrando con ello establecer los primeros enclaves colonizadores exitosos en esta bella tierra del Noroeste de la Nueva España.

Desde la llegada de los primeros españoles a estas tierras, en el fallido intento de colonización del amotinado Fortún Jiménez y luego del mismo Hernán Cortés, pudieron darse cuenta de primera mano que el establecer un sitio de colonización en estas tierras no sería tarea fácil y que llevaría mucho tiempo. Tiempo con el cual no contaban y que obraba en su contra cada día que pasaba. Años después el almirante y gobernador de Sinaloa Isidro de Atondo y Antillón, el cual arribó a la ensenada de la Santa Cruz acompañado del sacerdote Francisco E. Kino, intentó la misma acción colonizadora con resultados poco menos que deplorables.


Al pasar el tiempo, la corona española, a través de sus representantes en la Nueva España, el Virrey y la Audiencia, comprendieron que la única acción que daría resultados positivos en la colonización permanente sería de la mano de una Orden Religiosa. La fe de estas personas estaba hecha a toda prueba, eran capaces de ofrendar su propia vida antes de regresar un milímetro de lo avanzado, aunado a lo anterior dentro de estas órdenes religiosas que habían llegado a la Nueva España (Carmelitas, Franciscanos, Dominicos, Jesuitas) venían hombre con estudios muy avanzados en diferentes disciplinas científicas, las cuales les serían de gran utilidad cuando empezaran su labor de colonización en aquellos territorios en donde los exploradores militares y civiles habían fallado. Es así que a finales del siglo XVII el virrey José Sarmiento selecciona a la Compañía de Jesús para que fueran sus sacerdotes los encargados de emprender esta acción tan importante para la corona.

La compañía de Jesús a través de sus representantes firmaron un acuerdo con la corona española en donde se comprometían a establecer misiones en diferentes partes de la California con el fin de: Evangelizar a los indígenas que ahí habitaban, proveer de alimentos y agua a los navíos de la corona que llegaran a esas tierras, entre ellos el muy codiciado Galeón de Manila o Nao de China y empezar con la creación de asentamientos en diferentes puntos de la geografía Californiana con el fin de asegurar su pertenencia al reino de España y prevenir su probable invasión por otras potencias que los codiciaran. Además de lo anterior la corona imponía a los jesuitas el que todas las actividades que realizaran para el logro de los objetivos ya descritos fueran sufragadas con fondos de ellos mismos, sin pedir un solo centavo de las arcas reales. A cambio de lo anterior los jesuitas solicitaron al virrey que les proporcionara grupos de soldados, que los jesuitas costearían, para su protección y que se les otorgara la capacidad de imponer las leyes y el predominio en todo asunto dentro de estas tierras Californianas, sólo apelable por la autoridad del Monarca a través del Virrey o la Audiencia misma. Pactado todo lo anterior se procedió a realizar esta tarea titánica.



Fue así como llega a nuestras tierras la primer misión colonizadora exitosa a finales del mes de octubre de 1697, la cual estaba encabezada por el sacerdote Juan maría de Salvatierra y otros jesuitas más. Fundan el poblado de Loreto e inician su labor de evangelización, de construcción de una iglesia y en general el establecimiento formal del primer punto de colonización de la nueva España. En el Lapso de unos 40 años, con la perseverancia, sistematicidad y sobre todo con la fe inquebrantable que caracterizaba a estos ignacianos, logran fundar 15 Misiones a lo largo y ancho de toda la California: San Francisco Xavier, Ligüí, San Miguel de Comondú, Guadalupe Guasinapi, La purísima Concepción, San Juan Bautista Malibat, San Luis Gonzaga, San Ignacio, Santa Rosalía de Mulegé, Nuestra Señora de Los Dolores, La Paz Airapi, Santa Rosa de Todos Santos, Santiago, San José del Cabo.

El sistema misional de producción estaba sustentado en una agricultura y ganadería de autoconsumo. En las misiones se lograron siembras de productos como maíz, trigo, frijol, garbanzo, arroz, calabaza, zapote, granada, lima, melón, sandía, naranja, plátano, limón, dátil, higo, uva, aceituna, ciruela, col, lechuga y caña de azúcar, entre otros. Dentro de los animales que se producían eran vacas, cabras, ovejas, puercos. El cuidado de los cultivos y del ganado era realizado por los mismos indígenas evangelizados y los jesuitas los convencieron de que si ellos cuidaban bien de estas labores al final serían recompensados ya que las cosechas y animales que se obtuvieran se consumirían por ellos mismos. Sin embargo debido a la escasés de pastos y matorrales de forma natural en los alrededores de la misión y las limitaciones naturales que imponía la afluencia de agua en los manantiales, no se podía hacer una siembra o producción agropecuaria masiva, por lo que fue poco lo que se avanzó en este rubro. Aunado a lo anterior los jesuitas miraban con mucho recelo el que se explotaran las perlas o se establecieran ranchos u otros poblados coloniales que no estuvieran bajo su mandato. Ellos veían que si los colonos empezaban a incursionar en estas actividades serían un mal ejemplo para los indígenas que estaban evangelizando ya que después los mismos indígenas solicitarían que se les dieran tierras para ellos mismos administrarlas, cosa que ocurrió en las misiones australes de la California.

Lamentablemente para el sistema misional de producción, era inevitable que surgieran ranchos o poblados de colonos fuera de sus misiones y que éstos se dedicaran a actividades que ellos prohibían. Uno de los ejemplos más drásticos de este surgimiento fue el que impuso el ex soldado de presidio Manuel de Ocio. Este militar, durante el tiempo que estuvo de guardia en la Misión de San Ignacio, fue avisado por un grupo de indígenas, los cuales conocían su gusto por las perlas, que provocado por un temporal que acaba de pasar cerca de ese lugar, una gran cantidad de madreperlas habían quedado varadas. De Ocio se dirigió inmediatamente a explorar el lugar y logró obtener una gran cantidad de perlas, las cuales vendió y se hizo de una gran fortuna. Poco tiempo después, conociendo la existencia de vetas de plata en la sierra del sur de la California, decide darse de baja de la Milicia y, con el dinero obtenido por la pesca de perlas adquiere una gran cantidad de alimentos y material para la explotación minera y contrata una buena cantidad de personas con las cuales se dirige a la región que hoy es conocida como Santa Ana, en donde funda el primer poblado colonial no administrado por los Jesuitas y que se dedica a la explotación rústica y artesanal de las vetas de plata ya localizadas.



La fundación de Santa Ana tuvo lugar en el año de 1748, 41 años después de la llegada de los jesuitas a estas tierras. Aunado a lo anterior, empezaron a surgir ranchería en diferentes lugares motivadas por soldados de presidio que se jubilaban y solicitaban como premio a sus servicios de tantos años en las misiones, que se les concediera un poco de ganado y se les dieran tierras en donde poder trabajar y obtener el sustento para ellos y sus familias. Junto a éstos también se establecieron colonos que venían a estas tierras Californianas buscando hacerse de fortuna, e invocando su derecho por ser súbditos de la Corona que no se les podía negar que tomaran posesión de tierras y empezaran sus actividades como rancheros.

De poco valieron los reclamos que los jesuitas interpusieron ante la Audiencia y el Virrey en turno, la respuesta, si acaso se les daba, era que ellos conservarían su predominio sobre los poblados misionales pero que no debían entrometerse con los poblados civiles recién formados. Algunas de las acciones de resistencia que ejercieron los ignacianos contra esta gente que “invadía” el territorio que hasta hace unos años era su feudo fue el negarles la venta de alimentos que se producían en sus misiones. Sin embargo esto muchas veces era imposible debido a que, por ejemplo, en Santa Ana, era tanta la miseria en que vivían los mineros y sus familias que cuando acudían a comprar algunos alimentos o ropa a las misiones los sacerdotes no tenían corazón para negárselas.

A finales del año de 1767, llega a nuestras tierras el enviado del Rey Carlos III de España, el Marqués José Bernardo de Gálvez y Gallardo con la instrucción de aplicar un real decreto por medio del cual se expulsaba a los miembros de la Compañía de Jesús de todos los territorios del Imperio español. Dicha expulsión de los ignacianos surtió efectos hasta el día 3 de febrero de 1768 en que parten de Loreto 33 de aquellos hombres que tanto habían dado por estas tierras, incluso la sangre de 2 de ellos que fueron sacrificados por los pericúes, y que ahora ya no eran útiles a la Corona.

Este breve reportaje da cuenta del sistema de producción que impusieron los jesuitas durante los 70 años que estuvieron al frente de la administración de la California, así como la lucha que sostuvieron para su sostenimiento ante un nuevo sistema de producción basado no tanto en la producción comunal sino en la libre empresa y el pago de impuestos para el sostenimiento del gobierno. Esperemos que haya más investigaciones que den más luz sobre el asunto y así conocer más sobre la rica historia de nuestra California milenaria.

Bibliografía:

La Formación Del Mercado En Baja California Sur Hasta La Revolución Mexicana - Cristina Ortiz Manzo

Comentarios