Autor Sealtiel Enciso Pérez
Al observar la majestuosidad de alguna de las Misiones que han sobrevivido hasta nuestros días en estas tierras sudcalifornianas, nos quedamos maravillados por estos recintos tan hermosos pero al mismo tiempo nos asaltan las dudas de cómo fue que pudieron construirse en una época tan difícil y con grandes carencias como fue la etapa Colonial en esta península. Analizando los documentos que nos han llegado de aquella época y principalmente de la mano de los Misioneros podemos ver que el erigir un templo en un determinado sitio de la geografía Californiana era todo un arte y una ciencia, no era dejado al “acaso” sino que era producto de una larga meditación, como bien se verá en el transcurso de este escrito.
Para la selección de predio sobre el que se levantaría el Templo, los Misioneros echaban mano de los conocimientos científicos que les fueron inculcados en los Colegios donde se les formó, sin embargo también tomaban en cuenta las costumbres y opiniones de los “naturales”, los habitantes indígenas de estas latitudes. Por lo general designaban el sitio en base a la observación de la ranchería más importante de toda la región, el sitio donde moraba el jefe de este grupo así como la que quedaba más cerca de una fuente de agua saludable y permanente. El sitio era también seleccionado dependiendo de la calidad de la tierra que circundara al sitio donde se levantaría el Templo ya que en él se sembrarían las verduras, cereales y demás plantas necesarias para dotar a la misión, aunado a ello se buscaba que cercano al sitio hubiera buenos pastos para alimentar al ganado de la futura Misión como eran vacas, caballos, mulas, burros, chivos, cerdos, etc
En los sitios donde era necesario levantar un pequeño templo pero sólo para congregar ocasionalmente a los indígenas que vivían en esas rancherías pero que su cantidad era pequeña o bien que a los alrededores del sitio no hubiera el agua y las tierras necesarias para el sostenimiento de este templo y convertirlo en Misión. A estos templos se les denominaba “Visitas” o “Visitaciones” debido a que de forma esporádica acudía el Misionero sacerdote a oficiar misa, bautizar a los “gentiles” e impartir catecismo. Algunas de estas “Visitas” en un principio fueron seleccionadas para ser la Misión principal del lugar, pero con el tiempo los misioneros se dieron cuenta que el sitio no era el más indicado y tuvieron que abandonarlo para buscar otro espacio con mejores condiciones para establecer el Templo Misional, sin embargo no desamparaban a los naturales que vivían en ese espacio. Ejemplos de estas “Visitas” fueron San Bruno, Londó, Ligüí, Nuestra Señora de los Dolores del Norte, La Concepción, La Santísima Trinidad, La Redención, La Resurreción y muchas más.
El establecimiento de una Misión era cuidadosamente planeado por el Padre Rector de los jesuitas en California, obviamente se sustentaba en el consejo de todos los Misioneros, los cuales analizaban la conveniencia y las posibilidades de construir una nueva Misión en tal o cual sitio. Incluso analizaban el dinero con el que se podía contar para erigir el Templo debido a que la mayoría de ellas durante su construcción y casi durante todo el tiempo en que los jesuitas estuvieron en California, para su subsistencia dependían de la ayuda de católicos piadosos los cuales daban grandes sumas de dinero para la fundación de alguna Misión a cambio de que se les pusiera su nombre, como una forma de agradecimiento pero también de garantizar el tránsito más rápido del alma de este mecenas hacia la “Gloria” y “presencia de Dios” en el momento en que falleciera. Las primeras Misiones se establecieron en lugares cercanos a la Cabeza y Madre de ellas que fue Loreto, posteriormente se extendieron hacia el sur y finalmente hacia el norte de la California.
Durante estos procesos de expansionismo ocurrieron incontables sucesos de resistencia por parte de los naturales de cada uno de los parajes que visitaban. Los pobladores miraban a los colonizadores como enemigos con los cuales tendrían que disputar los escasos alimentos que había en la región que habitaban. También ya entre ellos se habían corrido las noticias de los asesinatos y castigos que los soldados daban a los naturales cuando estos no hacían lo que se les pedía o bien cuando insistían en continuar con sus tradiciones añejas. Por lo general los Jesuitas iban al mando de las expediciones y los soldados, aunque llevaban a su propio capitán, éste siempre consideraba al sacerdote para decidir el curso de las acciones. En muchas ocasiones las expediciones estuvieron a punto de terminar en tragedia a no ser por el gran horror que causaba a los indígenas el escuchar el ruido de los disparos de arcabuz, con lo que se daba rápidamente por finalizada cualquier acción de guerra de los naturales.
Al incursionar en nuevos territorios los Sacerdotes llevaban consigo a indígenas conversos y aliados que les servían de traductores, los cuales daba confianza y tranquilidad a los pobladores de los sitios nuevos que visitaban, incluso algunos de ellos eran familiares de estos indígenas que habitaban los territorios que se visitaban. Como podemos ver, la instalación de una nueva Misión era toda una epopeya, cargada de grandes retos e incluso en ocasiones finalizaba con la muerte de integrantes del contingente que iba en pos de su logro, sin embargo debido a la perseverancia de los misioneros en nuestro estado nos legaron Misiones (algunos historiadores dicen que fueron 18, otros aseguran que fueron 20) y una cantidad mayor de “Visitas”, muchas de las cuales aún podemos admirar.
Bibliografía:
Armando Romero-Monteverde. Los grupos prehispánicos de Baja California: a partir del contacto con los jesuitas hasta su expulsión 1697-1768. Tesis para obtener la licenciatura en etnología. 2006
Juan Jacobo Baegert, Noticias de la península, p.171
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