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LA QUIETUD DE LA PAZ DE ANTAÑO





Autor: Sealtiel Enciso Pérez

Algo que siempre sale a relucir en las pláticas de los jóvenes de antaño es la paz y la tranquilidad con la que se vivía, que las personas se conocían casi todos por sus nombres e incluso podían decir en dónde vivían, quiénes eran sus hijos, dónde trabajaban. En los tiempos de los años 40´s y 50´s en que en nuestra ciudad de La Paz aún no empezaba la vorágine de construcciones que llegaron con la modernidad, se pasaban los días con una calma que sólo era perturbada por algunos sonidos bien conocidos.

Uno de esos sonidos era el producido por el Corneta del Cuartel Militar “Pineda”, el cual se encontraba acantonado en aquellos años en lo que hoy es el Mercado “Francisco I. Madero”. Las oficinas del cuartel estaban en la esquina de Revolución de 1910 y Santos Degollado. Todos los días, rigurosamente a las 6:00 am se tocaba a “Diana” para convocar a todos los efectivos militares a que se pusieran de pie e iniciaran sus preparativos para la jornada de trabajo. En la tranquila y pequeña ciudad de La paz de los años 50´s, este toque llegada a todo el caserío del puerto.

Otro sonido característico era el del silbato de la famosa “Escuela Industrial” a la cual coloquialmente los paceños denominaban “La Industrial”. Este pitido se escuchaba religiosamente a las 7 am y era el aviso del inicio de sus actividades docentes. En esta escuela se enseñaban oficios de diversa índole como: albañilería, carpintería, mecánica automotriz, electricidad, soldadura y otros más. Las personas que querían desempeñar estos oficios o bien que ya los estaban desarrollando y deseaban perfeccionarse, se inscribían a estos cursos en donde sus experimentados maestros los instruían en todas las técnicas que se conocían hasta el momento. Todavía podemos encontrar entre los paceños de 70 años en adelante a varios de ellos que estudiaron en esta prestigiada institución creada en los años 20´s.  El edificio de esta institución aún lo podemos apreciar en la calle Guillermo Prieto e/ Nicolás Bravo y Melchor Ocampo, actualmente ya abandonado y cedido a la SCT. Nos comentan las personas que vivieron en esos años que el pitido de las 7 am y posteriormente a las 14:00 hrs. servía de referencia a los comercios paceños para abrir y cerrar sus negocios, a las madres de familia para apresurar a sus hijos para que se fueran a sus escuelas y en general era el referente más importante del inicio y fin de las actividades en La Paz de antaño.



Entre otros de los sonidos característicos del puerto de La Paz eran los silbatos de los barcos que atracaban o se despedían de nuestro puerto. En ese entonces el único muelle para embarcar o desembarcar las mercancías que llegaban a esta ciudad era el famoso “Muelle Fiscal”, por lo que cuando los barcos llegaban o partían, al sonar sus silbatos, indicaban el bullicioso inicio o cese de las actividades en el sitio. Cuando los barcos atracaban el toque del silbato era la señal para que decenas de alijadores y estibadores que obtenían su sustento de la carga y descarga de estos monstruos del mar, empezaran su tarea de transbordar las mercancías de las bodegas del barco a las bodegas del Resguardo Aduanal y de ahí a la “Perla de La Paz”. Los pasajeros que llegaban solicitaban los servicios de algún mozo que les cargara las maletas hacia alguno de los hoteles como el “Silver Garden”, “Los Cocos”, “Los Arcos” o “El Perla”.
Era tan conocido el sonido que realizaban estos barcos que al escucharlos las personas podían afirmar con toda seguridad “Oye, ahí viene saliendo el Estrella Costera”, “Ya llegó el Arturo”, “Ese es el Kórrigan III que viene de Cachanía”, “Escuchen al Blanco”, etc.


Y para finalizar mi recuento de los sonidos que estremecían a La Paz de antaño, mencionaremos a las campanadas de la Catedral de Nuestra Señora de La Paz – Airapí. El hermoso reloj con el que fue dotado por allá de los años 20´s, cada hora marcaba con su característico sonido el tiempo que transcurría. Aunado a lo anterior se podían escuchar las campanadas “llamando a las misas” en los horarios ya preestablecidos o bien cuando se celebraban las misas especiales dependiendo del santoral católico. En aquellos años La Paz era un puerto muy pequeño y el sonido de estas campanas, que hoy sólo se escucha a unas cuantas cuadras de distancia del Templo, en aquellos años se escuchaba en toda nuestra ciudad.

Recordar es vivir y añorar el pasado no es perder el tiempo sino una forma de preservar la memoria de lo que fue nuestro puerto. Una vez nuestro puerto hizo honor al nombre que le impuso hace centurias Sebastián Vizcaíno… podemos volver a lograrlo.



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