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EL SITIO DE LA MISIÓN, UN TRABAJO COMUNAL





Autor Sealtiel Enciso Pérez

Es innegable que los sacerdotes constructores de los Templos Misionales eran personas con conocimientos de las artes de la construcción de edificios, de la ornamentación de los mismos. Es por ello que al llegar a sitios como San Ignacio, San Francisco Xavier, Mulegé o San Luis Gonzaga, en donde están los Templos que podemos considerar que aún conservan más o menos intacta su estructura, tal cual la diseñaron y concretaron desde la Colonia, nos quedamos maravillados y agradecidos de que aún hoy, incluso con el gran olvido de parte de las autoridades por darle mantenimiento y restauración a estos sitios, los sigamos teniendo para disfrute de todos.

En el momento en que el contingente de “avanzada” para el establecimiento de una nueva Misión llegaba a un paraje, el sacerdote jesuita que lo encabezaba se ponía en contacto con los naturales del lugar para definir el mejor sitio en donde debería de levantarse “la casa de Dios”. Una vez que esto quedaba establecido entre todos, soldados, el sacerdote y los indígenas que los acompañaban, se ponían a desmontar el terreno, siendo esto en ocasiones una tarea muy difícil. En ocasiones lo escarpado y pedregoso del terreno ocasionaba que los azadones, palas y picos se abollaran e incluso se rompieran; en otras ocasiones la dureza de los troncos de los arbusto que crecían en el sitio ocasionaban que se mellaran las hachas y quedaran inservibles. Sin embargo con paciencia y una buena dotación de tiempo, lo cual por lo general era de lo que más tenían, lograban preparar el sitio y levantar, aunque sea de manera rústica el primer símbolo del dominio Colonial sobre el sitio al que acabaña de llegar.

En los primeros 3 días de su llegada, el sacerdote con ayuda de los soldados construían y levantaban una gran cruz que pudiera ser admirada desde cualquier punto del nuevo campamento y, empezaban a demostrar signos de devoción como era el santiguarse cada vez que pasaban frente a ella, el hincarse para rezarle en diferentes momentos del día, etc. Posteriormente ordenaban a su contingente, e incluso ya para entonces contaban con la ayuda de los naturales del paraje, a los cuales se ganaban con alimentos y regalándoles prendas y baratijas, que construyeran unas enramadas que sirvieran como chozas primitivas. Estos espacios se destinaban a: Un cuarto que sirviera como iglesia provisional, la casa de los sacerdotes, la casa de los soldados y el almacén en donde se guardaban los alimentos y municiones.



Con el paso del tiempo y cuando ya el sacerdote estaba seguro que el sitio seleccionado era el adecuado (hubo ocasiones en que esta cabecera Misional tuvo que ser movida a varios kilómetros de distancia e incluso abandonada por no tener las condiciones necesarias o cuando estas cambiaban debido al clima o problemas con los naturales), se procedía a solicita el dinero necesario para levantar el templo con materiales permanentes. Por lo general antes de iniciar una nueva empresa de fundar otra Misión, se revisaba si en el “Fondo Piadoso de las Californias” se comentaba con el dinero suficiente para proceder con estas fundaciones. Había ocasiones en que había donativos suficientes como para fundar 2 o 3 nuevas Misiones, pero en otras, el dinero apenas era suficiente para el sostenimiento, a duras penas, de las que ya existían.


Por lo general los sacerdotes Jesuitas que se enviaron a las Misiones de California poseían conocimientos, algunos de forma muy básica, pero otros eran constructores avanzados y muy diestros. Por lo general durante la formación de estos Misioneros en sus Colegios se les impartían materias en donde ellos debían de conocer los fundamentos básicos del levantamiento de paredes, techos y demás partes accesorias de un Templo. Hubo algunos constructores destacados como fue el mismo Juan María de Salvatierra y Francisco María Píccolo, los cuales trajeron sus múltiples experiencias del levantamiento de Iglesias en los pueblos Tarahumaras. Es así como bajo la dirección de estos sacerdotes se empezaba el levantamiento de estas hermosas obras, que más allá de su connotación espiritual, se han convertido en referentes sobre el diseño y el estilo arquitectónico de las Misiones de Sudcalifornia.

Bibliografía:

Armando Romero-Monteverde. Los grupos prehispánicos de Baja California: a partir del contacto con los jesuitas hasta su expulsión 1697-1768. Tesis para obtener la licenciatura en etnología. 2006

Juan Jacobo Baegert, Noticias de la península.





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