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La presencia militar en las Misiones Californianas y la razón de la permanencia del sacerdote.



Imagen que ejemplifica la necesidad de permanencia de los sacerdotes entre sus conversos

Autor Sealtiel Enciso Pérez

Cuando en el mes de octubre de 1697 llegó a estas tierras de California el navío en el cual venía el sacerdote Juan María de Salvatierra, como cabeza de la incursión de los jesuitas, se hizo acompañar de varios soldados, los cuales tenían la misión de protegerlo así como asegurar la supervivencia del futuro poblado que establecerían. En el transcurso de los 70 años de presencia jesuita en la California siempre hubo una gran cantidad de soldados que aseguraron la protección de los ignacianos, a veces con su propia vida.

Sin embargo la presencia militar no siempre fue vista de forma positiva por los misioneros jesuitas. El sacerdote Francisco E. Kino menciona en su carta Las misiones de Sonora y Arizona que ""Hase dicho y escrito a México que yo vivo escoltado de soldados, no habiendo yo jamás tenido ni, gracias al Señor, necesitado tal escolta." En ocasiones la presencia militar en los poblados recién formados se debía principalmente para la protección de los naturales recién convertidos de los "infieles" o "apóstatas" que los perseguían e incluso los asesinaban por haber abandonado sus creencias ancestrales.  En el caso de la península de California, los sacerdotes que aquí estuvieron siempre consideraron necesaria e incluso deseable la presencia militar, sin embargo dejaron muy en claro que debería estar sometida a la autoridad religiosa.




La necesidad de que el sacerdote viviera en los poblados recién formados se debía a la idea que se les inculcaba a los ignacianos durante su formación religiosa en donde se les decía que ellos tenían la obligación de cerciorarse de que los naturales recién conversos vivieran realmente y de acuerdo a las costumbres que recién se les habían inculcado, como verdaderos cristianos pues. Los sacerdotes estaba convencidos de que si ellos habían iniciado la conversión de las almas de estos naturales, debían permanecer con ellos para perfeccionarlas. No importaba que incluso la estancia se prolongara por toda su vida y que al final dejaran sus "huesos" en la iglesia a la que tanto dedicaron sus afanes.

Bibliografía

El régimen jesuítico de la antigua California - Ignacio del Río Chávez

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