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CARTA DEL GENERAL MANUEL MÁRQUEZ DE LEÓN AL PRESIDENTE PORFIRIO DÍAZ



Fotografía del Gral. Manuel Márquez de León


La Paz, Noviembre 22 de 1879.
Sr. General Porfirio Díaz
Apreciado compadre:

Los grandes sacrificios que durante diez años hice por usted y lo mucho que he padecido y padezco, porque a ellos debo solamente todas mis desgracias, no me parece suficiente expiación por la parte que desgraciadamente tuve en los deplorables males que de su elevación han resultado a nuestra infortuna patria.

Este fatal error no se remedia sólo con vanas lamentaciones: se necesita una reparación y ésta no puede ser otra que la de exigirle que abandone un puesto que no ha sabido llevar dignamente.

Si usted fuera el hombre honrado y patriota que yo me figuré mi acalorada fantasía, tendría alguna esperanza de que, cediendo a la razón se retirara de la escena política sin ocasionar más desgracias, pero debo confesar que me equivoque al juzgarlo y no nos queda más recurso que apelar a medio doloroso, porque ha visto con pena que antes que el bien general, estima sus intereses personales.

Ni dirá usted que me falta caballerosidad, cuando en vez de haber cumplido una orden injuriosa de destierro, como el que simuladamente me impuso el puerto de Acapulco, por intrigas nauseabundas, lo podía desconocer sirviéndome de los importantes elementos que había en mi poder, pero he querido evitar hasta el menor motivo de reproche, no obstante que participo de la opinión de Víctor Hugo cuando dice: “La obediencia pasiva es la bayoneta puesta eternamente en el corazón de la Ley”. Creo con él, que el militar ha de ser ilustrado, pundoroso y amante sincero de su patria, para no convertirse nunca en odioso instrumento de opresión.


El poco decoroso comportamiento de usted, me autoriza para romper los estrechos lazos de aquella íntima amistad que nos unía cuando tanto necesitaba de mi para aumentar su partido y que me ha costado tan caro, pero que el falso amigo fuera un mal agradecido, no daba suficiente derecho al ciudadano honrado para olvidar sus patrióticos deberes y le perdone. También olvide los agravios y menosprecios que he recibido de usted porque estoy íntimamente persuadido de que NO ES LA DESHONRA PARA QUIEN RECIBE LA OFENSA, SINO PARA QUIEN LA INFIERE INJUSTAMENTE, pero la magnanimidad no alcanza hasta la flaqueza de disimular el insulto que nos hace a todos los leales mexicanos colocando traidores en puestos que somos más dignos que ellos de ocupar. Esto, señor, es levantar demasiado alto la inmoralidad y arrastrar el mérito por el fango, como usted se arrastró a los pies del bandido Lozada.



Hoy en su torpe administración ha vulnerado los santos principios que durante diez años juró sostener; que ha puesto en ridículo a la nación ante el mundo entero y que le llevaría a su total exterminio si no se marcara el alto a sus desmanes, no puedo menos de hacer por un noble sentimiento de amor patrio, lo que usted hizo por una mezquina ambición personal. De nuestra conducta juzgará el mundo muy pronto y se verá la diferencia que hay del uno al otro.

No dudo que a su lado se agruparan los judas que han desgarrado el pabellón nacional y esa gente ruin y sin conciencia que sólo piensa en lucrar, pero no así los ciudadanos de acrisolada conducta y de elevados pensamientos que acudirán al puesto que señale el honor y ante cuyo generoso esfuerzo serán imponentes la vileza y sus partidarios. 


México se salvará de la ruina y de la deshonra porque aun cuenta con hijos que sienten arder en su pecho el sagrado fuego de la virtud cívica y porque hay una divina providencia que ve por los destinos de los pueblos que luchan por la justicia y su dignidad.

El amigo que con más lealtad supo servirle mientras lo creyó buen ciudadano.

GENERAL MANUEL MÁRQUEZ DE LEÓN


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