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La "fiesta de la repartición de pieles". La California ancestral



Autor: Sealtiel Enciso Pérez

Durante la estancia de casi 70 años de los jesuitas en la California, realizaron una serie de informes en los que dieron a conocer al mundo las costumbres de las tribus que habitaban estas tierras. Algunas de estas costumbres les resultaban inexplicables e incluso bárbaras, sin embargo supieron captar la esencia de estas celebraciones y dejarlas escritas para la posteridad.

Tal es el caso de este festejo que describo a continuación. La forma en la cual se enterar de esta actividad fue cuando el sacerdote Piccolo llegó a un valle el cual se denominó en un inicio San Vicente pero que al pasar de los años recibió el nombre de San Ignacio Kadakaaman. En este sitio, uno de los más densamente poblados debido a la presencia de diversos manantiales y una tierra muy buena que daba frutos abundantes no sólo de alimento para los naturales sino para mantener a una gran variedad de especies de fauna silvestre. Cuando llegaba la fecha de llevar a cabo esta festividad, seguramente durante los meses en que abundaba la pitahaya, en el poblado se iba preparando una choza formada con matorrales y partes de árboles. El terreno alrededor de esta casita se desmontaba y limpiaba lo mejor posible y se trazaba un camino ancho de unos cientos de metros que iba desde la entrada al paraje hasta la puerta de la choza.


Una vez construida esta infraestructura los principales mandaban traer todas las pieles de venado que se hubieran podido recolectar ese año, producto de las cacerías, y las tendían en todo este largo camino. Posteriormente las principales jerarquías ingresaban a la choza y empezaban a darse un gran festín con los alimentos almacenados que eran por lo general frutas, pescados y algunas carnes de animales que se capturaban. Durante este convite los hombres fumaban tabaco silvestre lo que les imponía un estado parecido a la borrachera.Mientras todo esto acontecía un hechicero o guama se apostaba a la entrada de la puerta de la choza y empezaba a lanzar gritos en donde se podía escuchar las hazañas de los cazadores más productivos y la forma en la cual habían dado caza a los venados de los que procedían esas pieles.

Era muy sorprendente apreciar cómo los hombres de la tribu daba carreras frenéticas por todo el camino, sobre las pieles, una y otra vez mientras las mujeres danzaban dando vueltas alrededor de la choza y el camino. Una vez que el guama dejaba de emitir sus gritos con ello cesaba la carrera y el baile. Los principales salían de la choza e iniciaban la repartición de pieles entre las mujeres. Muchas de ellas se entusiasmaban y daban brincos de alegría cuando la piel que le tocaba era grande y de buena calidad, pero otras también manifestaban su descontento cuando no eran favorecidas con una piel de buena calidad.


Recordemos que entre las mujeres cochimíes se usaba la misma redecilla de hilos de penca de mezcal machacada con nudos de carrizo ensartados, sin embargo en la parte de las nalgas se colocaban este pedazo de piel para una mayor protección y cubrirse mejor su desnudez.

Bibliografía:

HISTORIA NATURAL Y CRÓNICA DE LA ANTIGUA CALIFORNIA - MIGUEL DEL BARCO

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